Diario de Campo.
Hasta cierto punto mi familia era demasiado apegada a la religión. Me atrevo a decir que casi nadie práctica el catolicismo como lo hacían antes, pues mis abuelos me contaban sobre todas esas cosas que en su juventud los acercaba más hacia Dios, aquellos ritos, ceremonias, cultos; que han transcendido y mantienen su fe intacta hasta el día de hoy. Todo esto lo puedo reconfirmar por anécdotas externas a mis familiares, que hablaban sobre años pasados donde la mayoría de las personas, más que ahora, eran fieles creedores de la religión católica.
Desconozco la razón por la cual mis padres nunca me inculcaron nada de esto, tal vez no lo veían necesario o simplemente estaban demasiado ocupados como para enseñarme sobre todo esto. Creo que esta última es la respuesta.
Sé que, desde pequeño, desde que tenía uso de razón, conozco la religión católica, no en su totalidad, pero por el contexto social en el que vivo, como el país y mis familiares, aprendí las tradiciones básicas sobre practicar esta religión, como las misas los domingos, la oración antes de irse a dormir, Adan y Eva, el arca de Noe, el niño dios, la navidad. Todas esas cosas por cultura y en el colegio nos enseñaron.
Conocía también sobre la Semana Santa, nunca en mi vida hice participe de ella y como dije anteriormente, nunca me influenciaron a seguirla como se debe desde el catolicismo. Tenía entendido que las personas rezaban y solo comían pescado, y suena muy ignorante de mi parte, pero más allá de eso no sabía nada en lo absoluto. Hasta el día de hoy espero esa semana para tomar un descanso del estudio y actividades del día a día, pasar con familia y amigos o simplemente poder dormir hasta tarde.
Fue hasta hace un par de días que pensaba día a día sobre qué hacer para mi trabajo de campo. En el transcurso del semestre se me habían ocurrido ideas buenísimas, pero poco viables y difíciles de alcanzar. Tenía que tener en cuenta que debía ser en algún lugar fuera de mi zona de comfort, y pensé en varias opciones como asistir a una cultura distinta y conocerla, visitar una sala de urgencias o ir a una cárcel, pero no encontraba la manera de conseguir permisos o un portero para facilitar la salida. Por la parte de la religión lo único que se me ocurrió fue asistir a una iglesia satánica. Creo que fue la idea más brillante que tuve y quedé con las ganas de asistir, pero al igual que las otras, fue difícil encontrar una manera de ir.
Ya no tenía más ideas, no se me ocurría nada. Pensé con varios compañeros más opciones para realizar el trabajo de manera colectiva, pero con algunos no estaba muy de acuerdo en sus salidas. Fue hasta que le pregunté a una compañera de clase si ya tenía lugar para ir, me dijo que no y me propuso hacernos juntos con otra amiga para ir los tres, y acepté.
Después de conversar sobre este trabajo, teníamos dos opciones para hacer: ver el movimiento de un restaurante grande o analizar el mercado en distintos estratos económicos, el problema fue que nuestros tiempos no cuadraban para ir juntos, pues una de mis compañeras se iba en esta Semana Santa a un pueblo en Boyacá a pasar con sus seres queridos. La verdad no sabíamos qué hacer, ni opciones teníamos, pensamos que tocaría dividirnos y que ella hiciera su parte individual, fue así cómo surgió la idea de pasar un viernes santo allá con ella.
Nos comentó que era un pueblo muy poco conocido de Boyacá donde la Semana Santa era esencial para los habitantes de allá. Las personas son fieles creyentes y anualmente para estas fechas la práctica religiosa es abundante y muy significativa para ellos.
Nunca he sabido que se realiza en estas fechas, he oído por ahí que las personas suelen orar e ir a la iglesia, pero jamás he hecho parte de estas actividades. Supe que sería una buena opción, teniendo en cuenta que tampoco antes había estado allá, y que más que en Bogotá, la Semana Santa se la toman muy en serio. Así que lo decidimos y así fue.
Días anteriores no podía parar de pensar en lo que posiblemente iba a ver allá. Me imaginaba a muchas personas reunidas en las calles con símbolos y figuras rezando en conjunto como si se tratase de una novena. También me imaginé a muchas personas reunidas en el típico centro de los pueblos donde está la iglesia y a su alrededor se encuentra el comercio. Pensaba también en ese centro como algo similar al de Chía, sin tener en cuenta la cultura Boyacense y sus costumbres. Pensaba todo desde un punto de vista muy fuera de lo común partiendo de la idea de vivir en un país que por trascendencia estas festividades se realizan en todos los rincones y todas las personas.
Llegó el día viernes 15 de abril. Me levanto a las 5:00 am para aprovechar el día al máximo y sacar la mayor cantidad de información posible. Estaba emocionado y con bastante sueño, pero las ganas de saber qué tan próximo estaba a mis ideas me intrigaba demasiado.
Pasé por una de mis compañeras hasta su casa para irnos juntos, la otra ya estaba allá esperándonos pues ella sí estuvo allá toda la semana. La noche anterior habíamos conversado sobre el plan de ese día para facilitar mucho mejor las cosas. Calculamos la ruta, el dinero para peajes y gasolina, la comida como snacks y almuerzo, la hora de salida y de llegada; y muchas cosas más. Estábamos preparados para todo. Así que a las 7:00 am de ese mismo día comenzó el viaje hacía Ciénaga.
El día estaba medianamente nublado, pero todo estaba de maravilla. Nuestra compañera allá nos advirtió la alta probabilidad de perdernos, pero no fue así, solo nos pasamos en la entrada de la carretera, pero nada grave. Por ese camino había mucha neblina, además era montañoso y con demasiadas curvas, con suerte pasaban muy pocos carros por ese sector. El viajé duro aproximadamente dos horas y media. Apenas entramos al pueblo, me di cuenta que no era nada parecido al de Chía. Era demasiado pequeño las casas era muy coloniales y antiguas. Recuerdo en varios momentos del camino mencionarle a mi compañera que sentía un ambiente a tierra caliente, pues sus calles y me hacían recordar mucho a eso. También me causaba curiosidad el uso del atuendo de la ruana, que utiliza casi todo el mundo, desde jóvenes hasta ancianos, hombres y mujeres, no importaba nada, la usaban para andar en moto, salir a caminar, lo que sea. Era impresionante el cambio en la forma de vestir de las personas, a pesar de no estar muy lejos de Bogotá, se apreciaba una distinción muy grande.
Como decía, el pueblo no se asimilaba nada a lo que tenía en mente. Era bastante pequeño, desde su entrada solo cruzamos 3 calles y ya estábamos en todo el centro. Me tocó devolverme, porque recién llegamos comenzaba el viacrucis, justo a tiempo. Recuerdo haber dejado el carro junto a otros en una calle y llamar a mi amiga que estaba allá. Fue difícil encontrarnos por la cantidad de gente que se encontraba, pero lo logramos justo al final de la cola por el que pasaban las personas.
Mi primera impresión, además de la inmensa cantidad de personas, fue las personas con atuendos de colores que cargaban las estatuas. Me recordó inmediatamente a los miembros del Ku Klux Klan, pues eran togas de colores, y un tipo de manto en forma de cono blanco que cubría su cara y cabeza, dejando dos huecos para poder ver. Por cada estatua era un conjunto de personas con un mismo color, estaban vestido de rojo, blanco, verde y morado. Inmediatamente me cuestioné sobre el significado de estas personas y el por qué de sus colores, que fue después del viacrucis que la mamá de una de mis amigas la llamó para preguntarle cómo iba todo, y esta le contó sobre lo que recién acabábamos de hacer y fue ella quién nos explicó el significado.
El color rojo simboliza la sangre derramada por Jesucristo, en alusión a su amor, es por ellos típica también su presencia en los claveles para adornar los pasos. El morado representa la Cuaresma, la penitencia y la vigilia. El azul es el color de la Inmaculada concepción, y suele estar presente especialmente en cofradías con advocación mariana. El verde, por su parte, simboliza la esperanza y hace referencia a la expectación de la Virgen.
Siguiendo con el tema del viacrucis, comenzamos a avanzar en la fila con todas las personas que se encontraban allí. En su principio no sabía que se llamaba así, nos incorporamos porque era donde estaba la gran mayoría del pueblo, estaba el cura, y niños que lo ayudaban que estaban vestidos igual a él. En un momento, la compañera que ya se encontraba allá nos contó que temprano había hablado con el cura, y este le decía que la mayoría del pueblo debe estar en silencio y de luto por la muerte de Jesucristo, es por eso que cuando comenzara la misa de las 2:00 pm no iban a sonar las campanas como de costumbre para llamar a las personas, sino que en esta ocasión sonaría una matraca en su remplazo, que es lo suficientemente fuerte para que el pueblo la escuche, pero no es tan escandalosa como una campana.
Se me hizo curioso ese dato, pero ilógico a la vez porque en el viacrucis junto al cura, había una banda que tocó la misma melodía hasta terminar todo el recorrido, lo hacían solo en ciertas ocasiones, pero el uso de trompetas, platillos y tambores no eran nada apropiados para seguir las indicaciones del cura y estar en “luto”.
A lo largo del recorrido fui entendiendo más de lo que trataba este tipo de práctica. Las personas iban caminando y el cura que iba de frente se detenía, mencionaba el número de estación en la que íbamos y comenzaba a relatar algo como si fuera los momentos antes de la muerte de Jesucristo. Cada vez que nos deteníamos, las personas se agachaban en una pierna y miraban hacia el piso, esto como devoción de respeto.
Cuando estábamos cruzando el cementerio, alrededor de la tercera estación, en la entrada había como una iglesia hecha en algo que parecía ser icopor. La verdad no le di mucha importancia porque pensé que era algo propio del cementerio. Luego de cada estación me di cuenta que había una en cada una de las paradas. Las comencé a detallar una por una cuando me di cuenta que todas eran distintas, representaban cada una estación y tenían la forma y el nombre de distintas iglesias de Boyacá. Al final cuando tuve una muy de cerca, la toqué y me di cuenta que no estaban hechas de icopor, sino que eran piedras que permanecían ahí durante todo el año precisamente para ese día.
Continuó el recorrido a lo largo de toda una vereda que terminaba siendo montaña. En cada estación se hacía lo mismo. Mientras caminábamos iba sonando la banda con la misma melodía, el cura se detenía, mencionaba la estación y comenzaba a hablar. Una señora lo seguía con una oración y continuábamos a la siguiente. Resultó que al principio no sabía cuánto nos íbamos a demorar, no entendía cómo funcionaba esto, no conocía el número de estaciones que se realiza ni tampoco si había algo después de terminar como un tipo de oración o algo por el estilo. Esta caminata terminó en la cima de una montaña con la estación número catorce. Después de dos horas y media, llegamos. Al final, donde se encontraba una enorme cruz hecha de madera y todas las personas la rodeaban mientras el cura hablaba. Finalmente culminó el viacrucis.
Terminamos cansados, demasiado agotados. Volver a bajar esa montaña no ayudó con las energías que cargábamos. El cura había mencionado lo que seguiría a lo largo del día después de esto. Sabía que a las 2:00 debíamos estar pendientes cuando sonara la matraca en la iglesia para asistir. Bajando nos pusimos a reflexionar sobre las fotografías, ambos acordamos que nos daba demasiada pena tomar las fotos, no lo habíamos mencionado antes, pero nos sentíamos igual de avergonzados. Probablemente estuviéramos incomodando a las personas, o irrespetando el rito. Incluso sentí que pude ofender a las personas cuando me puse a tocar el material del que estaba hecho las iglesias de las estaciones, en su momento no lo pensé, pero justo después caí en cuenta sí. Es por eso que cada imagen que se tomó ese día la realizamos de manera muy disimulada intentando no molestar ni interrumpir a las personas.
Cuando volvíamos a ver casas me llamó bastante la atención otra cosa. Y es que ya tenía entendido que las personas en este lugar eran demasiado apegadas a la religión, pero no sé hasta qué punto para omitir sus tradiciones. Al final del viacrucis, el cura mencionó a todas esas personas que beben licor, hacer un ayuno de este, por el respeto de la semana santa. Y nada de esto sucedió así. Recuerdo alguna vez que mi padre me contaba, la cerveza en Boyacá era como un patrimonio. La gente es muy consumidora de este producto y lo hacen más allá de querer embriagarse o para acompañar alguna salida entre colegas. Consumir esta bebida era costumbre, no sé hasta que punto, pero al bajar y ver a todo el mundo en sus casas, en cada esquina, en los carros, todo el mundo reunido para beber, recordé y reconfirmé lo que mi padre alguna vez me había dicho.
Nunca he sido muy fanático del pescado, la verdad es que di con buenas compañeras que tampoco querían comer este plato. Buscando un lugar para comer, veíamos que estábamos muy limitados en cuanto a los pocos sitios que había en el pequeño pueblo, que además estaba todo el mundo tomando sus cervecitas y aparte solo servían pescado. En nuestro recorrido para encontrar el alimento, conocimos un poco más del pueblo porque cuando llegamos recién comenzaba la procesión. Notamos algo muy en particular y es que había un tipo de carteles pegado en casi cada esquina, donde indicaba los horarios a lo largo de la semana, lo que iban a realizar, a qué hora y en dónde. Como si todo esto estuviera planeado desde mucho antes y el pueblo estuviera preparado.
Leyendo el cartel detalladamente me pregunté, por qué la semana anterior había hecho otras actividades, como otro viacrucis el viernes pasado. De igual manera noté que escogí el día perfecto para ir, pues creo que era el día con las mejores actividades para empaparme de una muy buena semana santa.
Seguido a eso, encontramos por fin un buen lugar para comer donde podíamos evitar el pescado. Mientras llenábamos nuestras panzas, mi amiga que se estaba quedando allá nos contó que desde temprano había una emisora sobre todo la semana santa, que transmitió el viacrucis a todo el pueblo para aquellos con síntomas de Covid o que no pudiesen salir de su casa. Nos contó también cuando habló con el cura y le explicó lo de la matraca, y que la peor parte fue cuando les ofrecieron el desayuno, que era un caldo de pescado enorme, lo cual no era de su agrado, pero por el respeto lo recibió, le costó tomárselo.
Finalizando nuestra comida, desde el sitio escuchamos la matraca como había dicho mi compañera, estaba iniciando la coronilla de la misericordia. Pero en el camino habíamos quedado en asistir al cementerio que, a las 3:00, iban a realizar algo llamado la acción litúrgica, así que nos dirigimos de nuevo al inicio de la montaña. Y en el camino hacia allá nos enteramos por un comentario al aire que soltó una persona del pueblo que son realmente 15 estaciones, quedamos bastante confundidos porque solo hicieron 14 y las iglesias postradas en el camino eran solo 14 también. Llegando al cementerio una señora nos explicó que sí son 15, pero esta última es la resurrección de Cristo que sucedía el domingo, es por eso que ese día en especial se lo dedicaban a la resurrección.
Ya adentro del cementerio, comenzamos a recorrerlo, no había llegado nadie aun así que miramos qué había inusual por ahí. La verdad es que no vi nada raro, era un cementerio cualquiera de bóvedas, bastante grande y con demasiado espacio de sobra, diría que hay más huecos que personas enterradas ahí, era muy desolado y callado. Esperamos ahí un buen rato hasta que comenzó la acción litúrgica. Literalmente recrearon el momento exacto donde bajaban a Cristo de la cruz para enterrarlo así. No había tantas personas pues la mayoría se encontraban en la iglesia. Era todo muy callado y en pocas ocasiones hablaban como si narraran lo que estaba ocurriendo. Fue aquí cuando después de conversarlo decidimos no tomar fotografías, el ambiente no se daba como para hacerlo y sentíamos que aquí podríamos irrespetar el rito.
Estaba ya cayendo el sol cuando salimos del cementerio, el día se acababa, solo faltaba ir a la iglesia. Cuando estábamos llegando vimos que muy al pie de la letra estaba todo el mundo allá, faltaban solo aquellos pocos que se encontraban en el cementerio. Las personas sobresalían de la iglesia para escuchar la misa. Era tanta la cantidad de personas que veíamos como algunos llegaban con sus propias sillas de la casa, la entrada estaba imposible de cruzar, pero aun así nos metimos.
Adentro estuvimos un buen tiempo escuchando la misa, recuerdo también que en ese momento mis compañeras me dijeron que pidiera deseos. La verdad no entendía por qué, y me explicaron que cada vez que conoces una iglesia nueva puedes pedir 3 deseos, aunque una de ellas lo llamaba “gracias” y eran 5. Me sentí demasiado ignorante, porque lo dijeron como si fuese algo que todo el mundo supiera y la verdad es que nunca había escuchado eso, ni siquiera por algún comentario de familiares o algo por el estilo.
Finalmente no pudimos seguir por lo tarde que terminaba la misa, pues esta estaba planeada para durar alrededor de 4 horas o un poco más, y el viaje de regreso era largo, la misa no fue nada inusual, era el cura hablando sobre Jesús en nuestras vidas y su muerte y llegada a la tierra.
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